CORRESPONDENCIA PARTICULAR DE EZEQUIEL MONTES LEDESMA

1873-1882

Presentación

Luis Olivera

 

Para la historia del México independiente, existen fuentes primarias y secundarias que han sustentado al paso del tiempo las corrientes del pensamiento mexicano. En ellas se puede ubicar sin equivocación al prototipo del sujeto histórico en su realidad social. De esta manera, las fuentes refuerzan no sólo visiones generales, como la memoria histórica que aún seguimos utilizando, sino también, como en el presente caso, visiones particulares. La correspondencia de Ezequiel Montes (1873-1882) proporciona noticias de los aspectos de la vida pública y privada en que actuó y se desarrolló en su faceta caracterizada de liberal moderado. Aceptó dejar constancia de su cronología biológica animado no tanto por un afán de necrofilia, sino impulsado por la idea de responsabilidad histórica, en la línea de la soberbia del liberalismo. De esta manera, dejó como otros liberales mexicanos, escritos para que la Historia los juzgase.

En su correspondencia Ezequiel Montes sigue hablando de su exacto momento, que contiene el pasado y el futuro de su visión histórica que supo aplicar en su presente, que aún sigue siendo presente en “nuestro presente” histórico. Por esta razón, dar a conocer o, mejor dicho, presentar a Ezequiel Montes a través de sus cartas nos permite introducirnos al siglo XIX. La correspondencia de Montes, uno más de los integrantes del panteón cívico de México, hace referencia a los años de 1873 a 1884, año de su fallecimiento.

Ezequiel Montes pertenece a esa clase de sujetos que insistieron en formar la idea del México liberal y lograron mantenerla en nombre de la necesidad cultural. De ahí la importancia de seguir conversando con personas como él que actuaron en diversos espacios de la incipiente sociedad mexicana.

En la correspondencia de Montes, necesariamente transitan otras personas que forman el elenco del teatro de la sociedad mexicana del siglo XIX, desde el albañil y el artesano hasta los prohombres, fuesen éstos intelectuales en lo político, lo religioso o lo cultural. Se configura un retrato de la vida cotidiana tanto en lo público como en lo privado, que refleja las características de una subordinadora y eminentemente injusta en relación con su legitimación violenta en nuestra formación nacional liberal, entre cuyos componentes fundamentales se cuenta el liberalismo europeo que se proyectó en el siglo XIX mexicano, ya anticipado en algunos novohispanos de finales del siglo XVIII, quienes habían aceptado experimentar la transformación de la realidad corporativa colonial hacia otra realidad de carácter individualista nacionalista liberal.

El eslabón que armonizó la idea de lo público con lo privado se concretó con la figura de la educación pública, en cuyo espacio se movería el sujeto histórico liberal. En la naciente república mexicana, el liberalismo no se comportó en forma homogénea en cada una de las estructuras sociales y culturales. Obviamente que lo anterior se evidenció con el comportamiento encontrado de los diferentes grupos que chocaron en la lucha por el poder político. De ahí que el concepto de Nación se conformaría con los intereses propios de dichos grupos.

En tal situación, la educación pública, al igual que las demás estructuras socioeconómicas, se vio impactada por los modelos preexistentes, que al principio del siglo XIX necesitaban extender sus áreas de influencia. Tales impactos del liberalismo llevaron a plantear la necesidad de la modernización, y fue así que los grupos que aspiraban a la conformación y consolidación del poder político presentaron sus propuestas.

Por un lado, los continuadores del modelo hispánico que adoptaron el centralismo administrativo, propugnando por la vía de la persistencia del mundo corporativo al que se tenía que subordinar el individualismo. Por el otro, aquellos que se atrevían a fundamentar que la figura de lo público sólo se justificaba como reflejo del individuo.

Estas dos posiciones políticas darían el tono de los diferentes grupos que se confrontaron. En relación con la educación como instrumento conformador del nuevo sujeto histórico, cada uno de ellos presentó sus argumentos. Los continuadores del mundo Borbón se inclinaron por la visión de que la nación mexicana recogiera su potencial natural y lo diera a conocer por medio de catálogos propagandísticos, para que las naciones ya constituidas invirtieran en México. Por lo tanto, la educación se subordinaría al desarrollo de la economía mundial. Los que apostaron por el desarrollo interno, creyeron en el instrumento de que el conocimiento de lo moderno, vía biblioteca pública, daría como resultado una sociedad nueva. Así, se enfrentaron los hijos de la oligarquía novohispana durante el siglo XIX, quienes llegaron hasta la eliminación física con tal de triunfar para dar vida al nuevo sujeto histórico, cuyo corte sería nacional con características pragmáticas y románticas, según fuera el tipo de liberalismo a implantar.

Es conocido que, al igual que otras intenciones, en México los liberales, no pudieron culminar con el instrumento que desearon, así lo demuestra la idea fallida de la biblioteca pública convertida en nacional. El instrumento de la Biblioteca Nacional de México perdió, o tal vez nunca llegó a tener, la coherencia entre intención y realidad. Sin embargo, el reto de la subsistencia de los objetivos de la Biblioteca Nacional al transcurrir el siglo XX, en el periodo denominado posrevolucionario en sus afanes populistas, condujo a la reforma de sus estructuras, a partir de las cuales se creó lo que se conoce como Fondo Reservado.

Después de múltiples vicisitudes ideológicas, en este repositorio se reunieron todas aquellas fuentes históricas, tanto de las corporativas (siglos XVI-XVIII) como aquellas que por tiempo y autoría podemos llamar nacionales (siglos XIX-XX). Entre las fuentes nacionales se encuentran todavía algunas que por su coherencia temática son importantes para la reconstrucción del conocimiento histórico de la nación. Así, para efectos de este trabajo, sólo mencionaré algunas de ellas, por ser además las que permitieron decidirme a escribir estas líneas: Colección Lafragua, Archivo Juárez, Crímenes del General Santa Anna y del General Corona, Fondo Juan Álvarez, Archivo de Maximiliano y la Correspondencia Particular de Ezequiel Montes.

En 1990 formulé el “Proyecto Unitario de Reorganización del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México”, lo que me permitió acercarme más al contenido de los diferentes fondos que existen en la Biblioteca Nacional, tal como el archivo Correspondencia particular de Ezequiel Montes.

Este Catálogo comprende la Correspondencia particular de Ezequiel Montes, la cual contiene 12 volúmenes-carpetas con 4 700 cartas manuscritas, mismas que corresponden a los últimos 10 años de la vida pública y privada de uno de los liberales más importantes del siglo XIX, cuyo nombre es Ezequiel Montes Ledesma. En los 12 volúmenes, el propio Montes guardó las copias de las cartas que envió a gran número de personas de diferentes lugares de la república, y que abarcan el tiempo comprendido entre 1873 a 1882, año de la muerte de este liberal.

El trabajo arriba señalado, que fue realizado en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas junto con otros que he llevado a cabo en el mismo Instituto, tal como el de la Colección Lafragua, además de otras publicaciones y trabajos sobre el siglo XIX mexicano, me llevó a decidirme a escribir el presente trabajo.

Quiero decir que, según mi entender, el trabajo universitario se tiene que adecuar a las normas que lo rigen, pero en todo caso, no hay trabajo académico que no se deba a la sociedad que en nuestro tiempo es a quien se debe la Universidad Nacional Autónoma de México. Así, este deber social sirve para dar a conocer lo que he recogido y aceptado como visión histórica del siglo XIX nacional.

El trasfondo ideológico de la correspondencia de Ezequiel Montes se encuentra en primer lugar, en el modelo hispánico colonial en su fase borbónica, es decir, un modelo que constituyó la fase terminal de la transición del Estado borbónico al Estado nacional del México recién independizado. Cabe precisar que se trató de una transición histórica de oligarquías que se involucraron en el liberalismo de su época, en su afán de crear y consolidar un Estado nación.

Los modelos liberales europeos y de los Estados Unidos de América, impactaron e influyeron en el atrevimiento criollo de tratar de legitimar la transposición del poder en la estructura del neocolonialismo europeo, que se reconformaría con las recién inauguradas repúblicas latinoamericanas.

Las oligarquías nacionales e internacionales que tuvieron como invitado al liberalismo por medio de sus burguesías, coquetearían entre ellas de acuerdo con sus posibilidades de imposición, con préstamos e incluso con invasiones. En el caso de México, transitarían entre independencia y subordinación, cuya persistencia por la libertad tuvo que vencer obstáculos para insertarse en una sociedad nacional con sus variantes históricas para constituir un Estado.

La lucha, por lo tanto, de los diferentes países por influir e imponer condiciones a México recién independizado, no podría hacerlo en forma unilateral, de ahí que tuvieran que contar con la ayuda de los intereses socioeconómicos de los mexicanos, quienes durante el siglo XIX lucharon, tal como lo tenían que hacer, para imponer la figura del Estado. Fueron entonces los intereses particulares de aquellos contendientes que permitieron ir dejando atrás el modelo corporativo colonial para adoptar el modelo nacional liberal.

La vida de Ezequiel Montes transcurre en esta historia de oligarquías, la cual legitima el poder en nombre de lo nacional; su personalidad de liberal hace que se desenvuelva como sujeto público y privado, y es con su tono moderado como actúa, de acuerdo con su concepción histórica, como sujeto de conformación de la institución del Estado.

La correspondencia hace referencia al México de los años comprendidos de 1873 a 1882, la cual contiene una riqueza de información que nos acerca a la comprensión de la época de transición colonial a la nacional, a través de la conducta de uno de los participantes que se enfrentó y aprendió a vivir dentro del proceso del capitalismo en México.

Las 4 700 cartas de Ezequiel Montes aluden a los hechos sociales, políticos, jurídicos, económicos y familiares giran alrededor del liberalismo moderado. Si bien la cronología sólo abarca 10 años, los últimos de la vida de Montes, lo cierto es que refleja la última etapa del liberalismo, al menos del siglo XIX.

De lo anterior resulta claro que no pretendo modificar ni establecer “fronteras del conocimiento”, sino únicamente exteriorizar datos epistolares que permitan a los estudiosos acercarse, según sus intereses, a aquello que se conoce como Historia. En todo caso lo importante, de acuerdo con mi experiencia en este tipo de trabajos, es no perder de vista al sujeto de la Historia en su actuar cotidiano, mismo sujeto que plasma su vitalismo en cuanto comprueba su coherencia o no, con la ideología jurídica que lo limita, y con sus compromisos socioeconómicos a los que se tiene que ajustar en su tiempo histórico.

Enmarco ese liberalismo en una época que necesariamente influirá en la formación de sujetos históricos, cuyas actuaciones fueron fortaleciendo las instituciones de gobierno, así como las estructuras sociales a través de la familia, que sirvieron como arietes para romper la hegemonía de la vieja estructura colonial que se aferraba al poder. Liberalismo europeo, que apoyó la ruptura del colonialismo administrativo peninsular, y que dio paso a la penetración económica de aquellas metrópolis que propiciaban en América Latina el reacomodo de las oligarquías recién nacionales, las cuales chocaron con violencia durante todo el siglo XIX.

Dichos grupos en lucha por el poder político experimentaron, en el siglo XIX, diferentes formas de gobierno, desde imperios nacionales y extranjeros, hasta administraciones centralistas y federalistas, representados por personeros que aceptaban su filiación conservadora, y en el caso de los liberales con la tonalidad de moderados o puros. Diferentes formas de gobernar, pero con el objetivo de ser el único válido, ya que como oligarquías impusieron sus visiones del poder en una sociedad que, al igual que la figura del Estado, apenas empezaba su proceso.

Historia de cúspide, en donde la ideología provenía de modelos de otras metrópolis, y que en la consolidación de su poder político hablaron por su sociedad. O sea, liberales y conservadores en la búsqueda de su legitimación mediante la figura del Estado para, desde ahí, crear una sociedad que respondiera a ella.

De ahí la figura predominante del constitucionalismo, como única figura válida en la etapa nacional. Lo que no fue aceptado como válido, fue la orientación de reforzamiento de las oligarquías que favorecían intereses que impedían el papel de la persona como sujeto hacedor del Estado. Varias utopías se sucedieron en las sociedades neocoloniales, como la mexicana del siglo XIX, hasta la toma del poder político con la consolidación de la Constitución de 1857.

Pero no fue sólo el respeto a la Constitución, sino la defensa de la mexicanidad, hacia la que los liberales dirigieron la lucha, la que dividió a conservadores y liberales durante los tres años, a partir del golpe de Estado en el invierno de 1857, y la lucha con el aliado conservador, al propiciar y apoyar el intervencionismo francés y el llamado imperio de Maximiliano.

El Estado nacional y su incipiente sociedad liberal poco supieron del triunfo (ante las luchas de reacomodo de los propietarios liberales y los conservadores, ex imperialistas), sino hasta que se logró un acuerdo para compartir el poder, el cual fue aprovechado por el militarismo porfirista.

En lo político, explicaremos cómo en su correspondencia encontramos de inmediato parte de la cultura democrática electoral, ya que Montes señala algunas de las estrategias que ejecutó durante algunas campañas para elecciones de diputados, o para optar por cargos judiciales, y aun cuando coqueteó con la idea de participar como candidato a la presidencia de la República, en la etapa del Plan de Tuxtepec. Es interesante también cuando lo observamos en su comportamiento público, en el caso específico de magistrado, y cómo se tejía la red de intereses políticos y sociales en cuanto a la dependencia del Poder Judicial en relación con el Poder Legislativo.

Resulta importante conocer a don Ezequiel en el mundo de la economía, en el que subsistía el liberalismo del dejar hacer, en cuyo caso el Estado se comportaba como coordinador de las fuerzas económicas. En el caso de Montes, su condición de abogado le permitió llevar a cabo la transmisión de la propiedad, de bienes raíces tanto urbanos como rurales, en la vertiente de bienes comunales o, en su caso, la compra y renta de haciendas. Todo ello desde la perspectiva de la producción o de la especulación, o en el mejor de los casos, para uso y goce personal, como veremos, en su momento, en Taxhidó.

Es obvio que Montes emitiera juicios positivos sobre la construcción de vías férreas, debido a la subsistencia aún de caminos de herradura, o, en el mejor de los casos, del veloz, pero aún incómodo, viaje en diligencia, en ciertas rutas. Otro problema interesante era tanto el de abigeato como el de la falsificación de moneda.

Abundante en información se presenta también en las relaciones sociales, en cuanto a diferentes trabajos manufactureros, como el de la albañilería y la carpintería. En relación con lo anterior, encontramos, entre otros aspectos, el costo de materiales de construcción; en fin, economía en sentido macro y micro.

La familia representa con más claridad la permanencia del mundo colonial con la alternancia del atrevimiento en las nuevas formas de relación social, tanto con la esposa como con los hijos. Resulta interesante recoger, sin generalizar, que los liberales, tanto moderados como puros, sobre todo aquellos que lucharon por ser el puente normativo jurídico, coincidieron en contraer matrimonio con hijas del antiguo régimen, cuyas relaciones son de “señora” y “amiga”; mujeres obedientes y abnegadas, pero incapaces de educar a sus hijos que crecieron en un mundo hostil y violento, cuyo primer enemigo a vencer era el padre, debido a la soberbia de la igualdad liberal, creando sujetos sociales inadaptados que, salvo excepciones, pudieron igualar a los padres. Otro de los rasgos del liberalismo individualista, era el de la responsabilidad de la conducta que aún se pagaba con la factura de los valores del régimen antiguo: el honor.

En relación con lo social (público) es comprensible que el reacomodo de los grupos liberales de poder alternen en espacios de comprensión social, a través de la cultura de los desayunos o las comidas, en donde se tratan asuntos de importancia, y en el mejor de los casos, con los no enemigos en cuanto a la transmisión de la propiedad. Así veremos a los liberales alternando con el clero, ya no como enemigos, sino como sujetos contractuales para la venta y especulación de terrenos.

Lo que aglutina mejor a los diferentes sujetos históricos del último tercio del siglo XIX, en cuanto a la amplia gama de intereses para conservar la familia por medio de las figuras históricas, que subsistían del mundo colonial, y aun dejando asomar la conducta estatista que representaba el porfirismo. En el caso de Montes, surgen dichas figuras en su amplio espectro, agrario y urbano.

Es en esta forma de organización social donde podemos observar el sentido cristiano colonial de encargarse de la vida de lo que se considera obligación, por ejemplo, el hecho de que la abuela de Ezequiel lo cuidara de pequeño, dándole para subsistir leche de cabra, tal vez como la mitología romana de la loba dadora de vida. Esta acción Montes la correspondería al preocuparse, en forma casi permanente, por los más viejos de la familia y por la demás parentela. Pero no sólo con la familia cristiana, sino también con los residuos de la familia romana, de convertirse en lo más posible en el Paterfamilia.

No obstante lo anterior, el mundo liberal burgués de Montes se ve empobrecido, en cuanto a las relaciones, en su estatus social urbano, cuyo universo era sólo la esposa y los hijos, con el acento trágico de la desaparición de la familia en su relación emotiva, para dar paso a las relaciones socioeconómicas de la democracia liberal, que llevó a Montes hasta la desaparición de su familia.

Dejamos el epílogo para hablar de la importancia de la fuente histórica de naturaleza epistolar, que ubica a la historia en el hilo directo de la transformación del sujeto histórico, aun cuando en él se deje ver el tiempo anterior que lo sigue impactando en su vida, y también su argumentación para tratar de cambiar, aun cuando será el conjunto de relaciones sociales lo que al final siga su proceso en cuanto modelo de poder, al aglutinarse los diferentes intereses que modifiquen la estructura oligárquica, para dar paso a otras formas atrevidas de trasponer la vida de los sujetos históricos.

Hay que señalar que los oligarcas mexicanos se vistieron casi en forma indistinta con el ropaje que más les convenía para adueñarse del poder. Así, el liberalismo europeo penetró en forma directa en todos los ámbitos de las estructuras de poder de los nuevos mexicanos, aun cuando coquetearon con la idea de ser ellos quienes en forma particular desarrollaran y se responsabilizaran de su propio “destino histórico”. Mexicanos que se atrevieron a encontrarse con la Historia durante su periodo vital, tanto racial como intelectual, de ahí que la oligarquía ahora en pugna de facciones, lucharía por el poder administrativo para imponer sus derechos. Sujetos históricos quienes según su capacidad o incapacidad, empezarían a crear al mexicano nacional. Conservador-centralista, liberal-federal, romántico-monarquista, anarquista-social, en fin, denominaciones las más de las veces equívocas que no reflejan nada más que las descalificaciones partidistas.

Es en este ambiente de lucha por el control del gobierno hacia la formación del Estado nacional, en el que nuestro personaje, Ezequiel Montes, se desenvuelve, en la etapa tardía de lo que se llama República Restaurada.

Agradezco a la Universidad Nacional Autónoma de México, reflejo exacto de la actual sociedad mexicana, por su coherencia histórica en dar a conocer las fuentes existentes en la Biblioteca Nacional de México, a través de una de las tareas sustanciales del Instituto de Investigaciones Bibliográficas; Universidad patrono de las fuentes de esta Biblioteca. Así, el agradecimiento se hace extensivo a la Dirección de este Instituto en la persona del doctor Pablo Mora Pérez-Tejada. Es necesario mencionar que este trabajo se logró con el apoyo de la Dirección General del Personal Académico, a través del proyecto con clave IN401213 del PAPIIT, figura universitaria que cada día adquiere mayor relevancia académica en cuanto al apoyo y la difusión del conocimiento universitario.

Es en los académicos que intervinieron en este trabajo, en quienes recae el reconocimiento por la entrega académica que demostraron durante la elaboración del mismo, tanto a la académica del Instituto Rocío Meza Oliver, quien apoyó en esta investigación y mostró una vez más la proyección de su trabajo, en particular en la exactitud de su Índice analítico, así como al académico Jorge Ruedas Mendoza, quien con su conocimiento, experiencia y paciencia resolvió todos los quehaceres electrónicos de la base de datos de este Catálogo. Hago extensivo mi agradecimiento a cada uno de los estudiantes que participaron en su calidad de becarios, tesistas, servicio social y voluntarios tales como: Joel Efraín Arzola Juárez, Juan Pedro Bermúdez Barrera, Patricia  Jiménez, Anaid Juárez Rodríguez, José Luis Matus García, Daniela Pineda Ríos, Consuelo Leonor Roa,  Fátima Ruiz Luna, Alejandro Serralde Ruiz y César Omar Tenorio Nava. Cada uno sabe la proporción del agradecimiento y reconocimiento que se merece, de acuerdo con su formación social y académica.

No puedo dejar de mencionar a los bibliotecarios Sergio Apanco Vega, de la Iconoteca, y Luis Emilio Gómez Herrera, digitalizador, ambos del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, por su diligente trabajo.

A todos los mencionados con anterioridad, mis respetos por hacer posible la armonía entre los objetivos del IIB y los de la Biblioteca Nacional de México.