"No hay corazón que engañe a su dueño; el mío me avisaba que la causa de tu silencio era el mal estado de tu salud". Recuerda que en 1876 también padeció, como ahora, de laringitis y que los médicos no pudieron curarla; lo único que le produjo alivio fueron los baños de Taxhidó. La deja en libertad de decidir seguir tomando las drogas de las boticas o ir a Taxhidó. Si decide la última opción debe ir en diligencia a Nopala, pasando la noche en casa de Antonio Quintanar, al día siguiente se dirigirá a Huichapan en un guayín que conseguirá Alejandro García, y de ahí a Taxhidó. Tendrá el dinero para el viaje si empeña o vende alguna alhaja, pues: "Si los bienes no han de servir a la felicidad de su dueño, yo renuncio a su posesión". Autoriza a que venda o empeñe el diamante que él compró en París en 1875 al precio de 700 y tantos pesos. Su salud sigue mejorando; las aguas de La Sabina son un tesoro inapreciable.
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