José María Amezcua

4387 / Ms. 1257 / 1882-02-15 [Ver ficha completa][Ver documento]
De: MONTES LEDESMA, Ezequiel  Para: MONTES, Agustín
Nada ha podido hacer en obsequio a su recomendación en favor del capitán José Ma. Amezcua, pues hasta la fecha éste no se le ha presentado. En cuanto a la delicada situación en que se halla con motivo del encargo consabido, aconseja pedir una audiencia al Gral. [Francisco] Tolentino para informarlo de esa situación, la cual no pudo evitar, y no dé ascenso a las acusaciones en su contra. Añade lo siguiente: "De nuevo te recomiendo que te conduzcas con la mayor prudencia; que ejerzas un imperio absoluto sobre ti mismo; y que tengas muy presente que no sólo es una Señora la que te ataca, sino que es la Sra. de tu jefe". Reitera que se acerca el momento en que quede inactivo y por lo tanto, sin recursos económicos. Su salud no mejora: "mi estómago sigue débil, mis digestiones son lentas y penosas; y mi cuerpo está lánguido y casi incapaz de trabajos serios. La enfermedad de la vejiga no se corrige. Es mi propósito ponerme en cura formal, cuando vuelva a la vida privada".

4439 / Ms. 1257 / 1882-03-05 [Ver ficha completa][Ver documento]
De: MONTES LEDESMA, Ezequiel  Para: MONTES, Agustín
En respuesta a su carta del 26 de febrero, comunica que ya recomendó con una persona influyente a [José Ma.] Amezcua, la cual puede influir en su absolución. Nada puede opinar sobre la inutilidad de la audiencia con el Gral. [Francisco] Tolentino, porque él debe conocer mejor el teatro en que vive. Tampoco puede recomendar el favorable despacho de su licencia, por las siguientes razones: 1ª, ignora la causa y por ello no puede calificar su necesidad; 2ª, está convencido de que el regreso a México será su perdición y no puede ni debe contribuir a ella; 3ª, puede manifestarle por escrito lo que quiere decir de palabra; 4ª, es irrealizable su deseo de ser electo diputado, pues le bastará recordar que siendo diputado, sufrió la mayor desgracia de su vida y que habiendo estado en su mano realizar su propósito, conduciéndose bien en Atotonilco, él mismo cerró la puerta por la que debía entrar a la Cámara de Diputados; 5ª, las propias palabras de Agustín lo autorizan a aconsejarle que permanezca en su puesto hasta vindicar su honor. Agrega: "¿Quién te ha dicho que una vindicación puede obtenerse abandonando el campo en que ella debe procurarse?, lo que exige tu honor es que pidas un juicio en que se esclarezca tu conducta y en que brille tu inocencia; mientras que tu venida a México confirmaría el cargo o cargos que puedan hacerse en tu contra". En caso de que desprecie la oportunidad para regenerarse, de ser un hombre útil a la patria y de bastarse a sí mismo, no contará más con su padre como si éste estuviera muerto. Si abandona el puesto y regresa a México, no debe ir a verlo ni poner un pie en su casa, pues no quiere morir con el remordimiento de haber "contribuido con mis debilidades a tu perdición". Se despide deseando que se convenza de que un hombre a los 28 años debe pensar seriamente en su porvenir.